WAIHONG, CHOO
En las montañas chinas que forman la frontera con el Tíbet hay un lugar en el que las mujeres ostentan la propiedad de las tierras, son cabeza de familia y transmiten los lazos de parentesco. En ese valle no existe el matrimonio, las parejas por lo general no viven juntas y cada mujer es libre de tener tantos amantes como quiera. Sus hijos serán principalmente suyos, de la mujer, y el nacimiento de una niña se celebrará como la oportunidad de continuar con el linaje familiar.
En ese lugar, conocido como «el reino de las mujeres», sus habitantes, los mosuo, no rezan a un dios, sino a una diosa, y tienen un sentido de la familia y de la comunidad que en muchas partes del mundo sería considerado igualitario y progresista. Son una de las últimas sociedades matriarcales y matrilineales del planeta, pero sus costumbres, que han cambiado poco a lo largo de los siglos, se ven ahora amenazadas por la globalización y por la fuerza uniformizadora de la modernidad.